Blogia
SAL SI PUEDES

Verde manzano con girasoles amarillos

Verde manzano con girasoles amarillos VERDE MANZANO CON GIRASOLES AMARILLOS

Andrés no te pierdas – dijo la madre.

Andrés tomó su baldecito y se fue corriendo con sus cortos pasos a la orilla. La mar invitaba a disfrutarla, su color verde claro permitía ver los pececitos de colores nadando bajo la superficie.
Mojó sus pies con la primera ola que murió en la orilla y luego se zambulló, estaba fría o tal vez no tanto, pero el sol ya había calentado su cuerpo lo suficiente como para sentir el contraste entre el calor de su piel y la temperatura del agua.
Otra ola le dio la bienvenida sumergiéndolo y llevándolo hasta el fondo para luego emerger con la blanca espuma. Sintió el tirón, tocó el fondo y todo se volvió confuso, el murmullo de la playa quedo atrás y ahora tan solo escuchaba el bramar del mar.
Los oídos, la nariz y la boca se le llenaron de agua, tampoco podía ver; su cuerpito se mezclaba con las olas que se fueron sucediendo una tras otra, así emergiendo y sumergiéndose transcurrieron los minutos siguientes, que para él fueron interminables, hasta que la última ola le devolvió a la orilla.
Su balde ya no estaba donde lo había dejado, pensó que había padecido la misma suerte que él y el océano le había brindado otro destino que no era el de cargar arena o agua.
Se incorporó y busco la sombrilla donde estaba su madre, recordaba que era verde manzano con girasoles amarillos.
Miró hacia un lado, el otro, al frente, pero no la veía; en cambio otras de diversos colores se le ofrecían a rayas azules y rojas, blancas con flores multicolores, celestes combinadas con rosa, arco iris, menos su tan ansiado verde manzano con girasoles amarillos
Decidió buscarla no podía estar muy lejos.
Comenzó a caminar por el borde guiado por el deseo más que por el instinto.
Eran tantas las sombrillas que le dificultaban la tarea.
Los niños jugaban con sus baldes, moldecitos, pelotas y demás juegos de playa, y él caminando bajo el sol abrasador y la arena caliente quemaba sus pies. Se había olvidado del gorro y ahora con el cabello ya seco comenzaba a sentir aún más el calor.
Las gentes pasaban por su lado y le parecía que era invisible, nadie percibía en él.
Las lágrimas despacito empezaron a brotar de sus ojos, mojando las mejillas y un llanto incipiente quería irrumpir de un momento a otro. Respiró hondo, se secó el rostro y dijo para sí “los hombres no lloran”, su abuelo se lo decía siempre.
Había andando mucho y la sombrilla verde manzano con los girasoles amarillos no lo sorprendía.
Decidió dar marcha atrás e ir para el otro lado.
El bullicio de la playa, el calor, no le permitían pensar con claridad; mientras buscaba desesperadamente el verde manzano con los girasoles amarillos que serían su salvación se imaginaba jugando bajo la bondadosa sombra que el parasol le ofrecería.
Se vio yendo a la orilla a buscar arena mojada y recordó cuando la magia del agua lo sedujo a meterse en ella y no se limitó solo a mojarse los pies.
Durante días soñó con ese día de playa, llenando el balde con arena y agua para construir un castillo, igual al que había visto en una película en la televisión; y ahora estaba caminando bajo el sol calcinante, que tras cada minuto quemaba más su piel, calentaba su cabeza, le nublaba la vista y no le permitía buscar su tan anhelada sombrilla verde manzano con girasoles amarillos.
Ya no era tan solo el deseo de encontrarla, sino que también el hambre y la sed acrecentaban aún más su angustia.
Veía a las familias reunidas bajo sus parasoles comiendo emparedados, bebiendo refrescos y el ruido de sus jugos gástricos lo desconcentraban.
Cansado ya de caminar y buscar sin tener resultado, decidió sentarse a descansar.
Ve a su madre sentada en la reposera leyendo un libro bajo la sombrilla verde manzano con girasoles amarillos. Iba hacia ella extendiendo los brazos para que lo viera entre la multitud de bañistas que invadieron las arenas blancas, cuando una voz le pregunta:

“¿Estás perdido?

0 comentarios